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Ezequiel corría por los imponentes pasillos, el eco de sus pasos resonaba en los corredores vacíos. La urgencia en su corazón lo impulsaba hacia adelante, instándolo a encontrarla antes de que fuera demasiado tarde.
Afortunadamente, en el camino, pudo hallar algunos de sus rastros. Siguió los débiles vestigios de su energía mágica, que lo llevaron hasta el sótano. Al doblar una esquina, vio la figura de alguien desaparecer en una de las habitaciones laterales.
Ezequiel aceleró el paso, sus ojos fijos en la puerta que tenía delante. Irrumpiendo en la habitación, encontró a la mujer de pie frente a una gran puerta ornamentada. Tenía una mirada decidida en su rostro, su mano se extendía para tocar los intrincados grabados.
—¡No! —gritó Ezequiel, su voz llena de desesperación. Una vez que la puerta se abriera, solo podía imaginar la devastación. No solo iban a matar a Karyk, sino a todos los demás, incluyendo a todos los amigos de Gabriel con quienes se acababa de reunir.