Los Dos Dioses Rebeldes sintieron un rastro de energía. Aunque era muy sutil, como si la única razón por la que podían rastrearla era porque estaban tan cerca de ella.
Esto despertó sus sospechas. Los Dioses Rebeldes se miraron el uno al otro. Sin decir una palabra, llegaron a un entendimiento.
Ambos ocultaron sus Auras Divinas, como si regresaran a su ser mortal. Habían pasado siglos, escondidos en el Reino Superior, desarrollando tales habilidades que les ayudaron a sobrevivir.
Con sus auras ocultas, avanzaron cautelosamente, asegurándose de causar una mínima alteración.
El lugar solía ser completamente yermo en el pasado, pero ahora era diferente. El Alma era mucho más fértil y toda la geografía de este lugar había cambiado.
Una vez una extensión estéril que se asemejaba a un desierto desolado en medio de la nada, ahora la tierra ostenta un exuberante y frondoso bosque, como si creara un límite natural para algo.