En medio de la noche, Gabriel se apresuró a entrar en la Tierra del Alma. Sin embargo, tan pronto como cruzó la frontera de la Tierra del Alma para entrar, sintió como si hubiera entrado en un mundo completamente nuevo.
Todo el lugar estaba envuelto en una extraña y fría niebla que llegaba hasta su cintura. La niebla no le dificultaba ubicar a dónde iba. Sin embargo, ¡hacía imposible que viera el suelo!
Era aún peor que todo el entorno fuera tan frío que hacía temblar su alma. Sentía como si fuera a morir congelado en la Tierra del Alma si no se daba prisa.
La Tierra del Alma era como un mundo completamente diferente del Reino de los Infiernos, a pesar de estar conectado. Ni siquiera el cielo se podía ver en ese lugar.
—Parece que será más difícil encontrar las Almas de lo que inicialmente pensé —murmuró para sí.
A pesar del entorno desconocido, Gabriel seguía avanzando, tomando cada paso con cuidado para no caer ya que no podía ver el suelo.