—Klaus, yo... —murmuró Emma, su voz casi un susurro, alejándose levemente de Klaus, pero en ese momento Klaus agarró la parte trasera de su cabeza, haciéndola girar y enfrentarse a él de nuevo.
Sus ojos se encontraron en la suave luz de la luna que entraba a través de las ventanas y el parabrisas del coche. Una tímida sonrisa apareció en los labios de Klaus, como si fueran atraídos irresistiblemente por una fuerza magnética, y él se movió hacia adelante suavemente, acercando sus labios a los de ella. Emma, atrapada en el momento, cerró los ojos instintivamente, anticipando el inminente beso. Sus labios estaban a milímetros de distancia.
De repente, sin embargo, el estridente sonido de una bocina de coche rasgó el aire, haciendo que ambos saltaran de sus asientos.
Una gran camioneta pasó rápidamente junto a ellos, casi golpeándolos, y los jóvenes en el coche gritaron:
—¡Viva la vida!
—¡Uhuuu! —gritó una chica, con casi medio cuerpo asomándose por la ventana del coche.