El misterioso anciano se movió lentamente hacia el lado de Egelza, su capa flotando detrás de él. Su presencia era abrumadora, y la habitación misma parecía encogerse bajo la intensidad de su aura. Miró fijamente a Egelza, y ella sintió como si él estuviese sondeando su mismísima alma.
—Ven, Maga del Alba, explícate —dijo el Anciano—. Debes recordar que la lealtad a Olaynore es lo primero ante todo.
Egelza temblaba de miedo y ni siquiera podía pensar en formar una oración. Sabía que había cometido un error al teletransportar a toda esa gente a la Ciudadela de los Magos, pero no sabía cómo corregirlo, porque aún pensaba que era la mejor solución. Egelza no sabía si podía derrotar al Psíquico sola.
El Anciano se dio cuenta de que Egelza no iba a responderle, así que dirigió su atención a Kaizen y los demás.