Asiva estaba furiosa.
Estaba tan furiosa con Anna como lo estuvo con la mujer-gato con la que Max tuvo un lío casualmente en la universidad.
No le gustaba la idea de tener que compartir a Max con nadie, sin embargo, al mismo tiempo tampoco podía negar que los sentimientos de Anna fueran cualquier cosa menos genuinos.
Anna amaba a Max desde que él era un don nadie y ella era la princesa elfa.
No tenía nada que ganar estando con Max excepto su amor y, aun así, se mantuvo a su lado en las buenas y en las malas.
Libró guerras por él, se entrenó duramente para mejorar por él y por mucho que Asiva quisiera negar su derecho sobre Max, entendía que Anna sí tenía el derecho de reclamarlo.
No era como si no considerara a Anna una amiga. Lo hacía.
Sabía que si alguna vez se quedaba atrapada en una mazmorra o en una guerra, definitivamente podría contar con Anna para cubrirle la espalda. Sin embargo, compartir a Max y su amor era lo más difícil para ella de soportar.