Ciudad del Destino…
—Extraño a papá… —un pequeño elfo voló y aterrizó en la cabeza de Pue.
—Mmm... yo también extraño a Papá... —Pue estuvo de acuerdo al cien por ciento con la afirmación de Destino. Realmente extrañaba a su Papá.
—Entonces vamos a la ciudad. ¡Podemos abrazar a la estatua de Papá! —Hope extendió su mano hacia Pue, quien no dudó en tomarla.
Las tres niñas dejaron el palacio y la vieja base y se dirigieron a la ciudad. Como tenían piernas pequeñas, fue una larga caminata. La razón por la que podían dejar la base tan fácilmente, a pesar de que intentaban ser sigilosas, era porque dos guardias naga las seguían desde las sombras. Tina sabía que a las niñas les gustaba visitar su estatua cuando su papá no estaba, y creía que era bueno que salieran y tomaran algo de ejercicio y aire fresco, pero se aseguraba de que estuvieran bien vigiladas.