—¿Nuestro esposo? —El Antiguo Tamal observó a las chicas drakani allí paradas, algunas de las cuales eran princesas, y dos eran personas que él no reconocía.
—Sí, todas somos esposas de nuestro esposo y vivimos muy armoniosamente. De todos modos, estoy segura de que estás aquí debido al mensaje que envié a la sala del trono, ¿no es así? —Clance preguntó. No hacía falta ser un genio para darse cuenta de por qué uno de los antiguos dragonicos estaba aquí.
—Así es. También quería hablar con tu esposo, pero parece que he venido en un mal momento. Pero por ahora, ¿eres capaz de tomar decisiones por la totalidad de la Ciudad del Destino? —El Antiguo Tamal preguntó.
—Depende de lo que estés preguntando. Pero este no es lugar para hablar, así que por favor sígueme a una sala de reuniones. —Clance hizo un gesto con su mano mientras el grupo de chicas se daba la vuelta y caminaba hacia la entrada del palacio.