—¡Solo tres capítulos esta noche —dijo él—. Volveremos a cuatro al día mañana!
—¡Ahahahaahahaha!
El orco masivo se levantó de su posición sentada en el suelo y soltó una risa maníaca. Miró a los seres insignificantes que aparecieron ante él como si no fueran más que un aperitivo. —¡Seres insignificantes! ¿¡Os atrevéis a entrar en mi dominio!? ¡Todos moriréis aquí!
Sin esperar que nadie le respondiera, el jefe orco comenzó a girar sus cuatro enormes troncos de árbol, golpeándolos contra las vigas, destruyéndolas y enviando los escombros volando en todas direcciones. Blake no dudó en lanzar una barrera a su alrededor, y a las chicas también, mientras los trozos de piedra volaban por el aire y se estrellaban contra el suelo a su alrededor.