En una instalación subterránea en el asentamiento de la Unión Marcial, se encontraba una figura solitaria. Estaba sentado en el suelo con las piernas cruzadas y los brazos descansando sobre sus rodillas.
Se había puesto su atuendo de combate, en lugar del atuendo formal al que se había acostumbrado a llevar en los últimos tres meses.
Su cabello negro estaba desaliñado, una vista cada vez más rara debido a su posición.
Su rostro no era ni extraño ni inusual, sin embargo, casi todos los presentes en la habitación lo paralizarían con un miedo primordial. El miedo que proviene de una gran amenaza para el bienestar y la vida de uno.
No solo Rui se había puesto su máscara mental más fuerte como de costumbre, sino que su mente, que había estado consumida por la misión diplomática durante más de tres meses, había entrado en un estado en el que no había estado en tiempos recientes.
