—Actualmente estoy corto de gente. Quiero que vengan a trabajar para mí. Si lo hacen bien, serán recompensados. Darles la oportunidad de atravesar el próximo reino tampoco es imposible. Verán, además de ser un Esper, tengo otra identidad —Aethelwolf les mostró su fuego de píldoras—.
A medida que la llama de su fuego de píldoras iluminaba los alrededores, Kazak y los demás quedaron atónitos. —¡Fuego de Píldoras! ¡Él es un alquimista!
Kazak todavía dudaba de su afirmación anterior, pero después de ver el intenso poder de su fuego de píldoras, sus sospechas se extinguieron. En su larga vida, había visto a numerosos alquimistas, pero nunca había visto un fuego de píldoras tan aterrador. Solo su calor casi quemaba los alrededores. Si no fuera por el control de Aethelwolf sobre el fuego de píldoras, todo a su alrededor ya habría sido incinerado.
Después de un momento de reflexión, Kazak tomó una profunda respiración y se postró para mostrar su lealtad. —Kazak saluda al señor.