Después de recibir la orden de Aethelwolf, Ramiel salió de su habitación con una mirada seria en su rostro. Por la gravedad del tono de Aethelwolf, pudo decir que algo de gran importancia estaba a punto de suceder.
Bajó al piso de abajo y buscó a Jacinto. Luego la encontró en la cocina hablando con algunas sirvientas.
Ramiel se acercó a ellas y debido al fuerte sonido de sus pasos, todos en la cocina notaron de inmediato su llegada.
—Saludos, señorita Jacinto —Ramiel la saludó con calma.
—Señor Ramiel, ¿en qué puedo ayudarle? —Jacinto sonrió suavemente mientras miraba al feroz soldado.
Las otras sirvientas no se atrevieron a quedarse al ver su presencia intimidante. Ramiel era tan alto que todas ellas parecían niñas pequeñas en comparación con él, y su mirada seria y fría lo hacían parecer un hombre inaccesible.
Ramiel le entregó el papel que había recibido de Aethelwolf mientras decía: