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Dado que no tenía nada más que hacer, Aethelwolf decidió observar al ejército mientras preparaban las trampas. También les dio algunas sugerencias, lo que le valió muchos elogios. Estas personas eran tan primitivas en la instalación de trampas, pero se debía principalmente a su excesiva dependencia de la esencia mundial. Incluso los guerreros antiguos en su vida pasada eran mucho mejores que estas personas en este aspecto.
—¿Cómo se le ocurrieron todas estas ideas, Sir Aethelwolf? —El Príncipe Renz lo miró con admiración. Estaba sinceramente convencido de la brillante mente de Aethelwolf. El hombre había podido idear tantas ideas que nadie habría pensado.