—Él clavó la mirada en sus ojos escarlata que eran tan profundos como el océano.
—Ella lo observaba de vuelta con una cara insinuante y sus ojos brillaban con molestia.
—Hmp... se atreve a burlarse de mí... —murmuró para sí misma.
—Al ver su sonrisa traviesa, Lia se lanzó con su cara hacia sus oídos y hundió sus dientes en su cuello.
—Una sensación de dolor lo invadió mientras apretaba los dientes.
—Ah... ¿por qué le encanta ser un vampiro y morderme? —pensó con una mezcla de resignación y afecto.
—Rio estaba acostumbrado a las fantasías de vampiros de ella y a su fetiche anormal de morder a un amante. Intentaba no mostrar su debilidad y dejar que ella desistiera por su cuenta cuando se cansara.
—Sintiendo que él tensaba sus músculos y no expresaba su agonía vocalmente, Lia decidió no castigar a su esposo y soltó su cuello.
—Cariño, aún no hemos terminado —dijo él con un tono pícaro que no se esperaba de él.