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Había sofás a un lado y una cama tamaño king en el medio. Un jarrón con flores estaba colocado al lado de su cama y pequeñas luces mágicas parpadeaban en su habitación. Una puerta estaba adosada a la pared que podría ser un baño.
Ella caminó hacia la ventana y corrió las cortinas de par en par.
—Vivirás aquí de ahora en adelante. Aunque no quiero vivir contigo en la misma habitación, tengo que aceptarte ya que estamos ya unidos por los juramentos del cielo —dijo Lia con algo de amargura en sus ojos mientras contemplaba la luna. La miraba como si estuviera pensando algo.
—No te preocupes, puedo dormir en el sofá hasta que me aceptes en tu corazón —dijo Rio, adivinando lo que le preocupaba.
Al oír sus palabras, ella se giró y lo miró como si no esperara que dijera eso. Murmuró:
—Realmente eres raro.
—¿Qué has dicho? —Él no lo pudo oír, así que le pidió que lo repitiera.
—Nada... —Ella no quería repetirlo y continuó—. Esa puerta te llevará al baño.
Se oyeron pasos y una dulce voz dijo:
—¿Puedo entrar, alteza?
—Sí, puedes entrar. —Los ojos de Lia se movieron hacia la puerta y Rio también se volvió.
Una chica que parecía estar en sus veintipocos entró en la habitación vistiendo un traje de sirvienta. Era rubia y llevaba una cola de caballo. Era la segunda chica más bonita que Rio había conocido en la tierra de Asura. Aunque no estaba al nivel de Lia, fácilmente podría rivalizar con estrellas de cine en su mundo.
—La cena está lista, vuestra alteza. ¿Dónde le gustaría cenar? —preguntó la chica de cabello rubio cortésmente.
—No tengo hambre —dijo Lia.
—Pero yo sí tengo hambre —habló Rio apresuradamente, pensando que dormiría sin comer nada.
—No obtendrás comida esta noche. Ese es tu castigo por besarme. —La voz de Lia se oyó en sus pensamientos y lo miró fijamente con frialdad.
—¿Estás hablando en serio? Solo estaba obedeciendo la orden de tu padre. —Rio se defendió.
—¿Entonces saltarías de un acantilado si él lo pide? —Ella lo miraba como lanzándole dagas, pero la sirvienta no podía oír lo que Lia le decía a Rio.
—Por supuesto que no. Solo haré cosas que me beneficien. —Rio mostró su gran sonrisa.
—Esta es Yami, la jefa de sirvientas. Puedes pedirle cualquier cosa que necesites a partir de mañana por la mañana. —Lia le dijo, pero no olvidó pronunciar la última parte de la frase palabra por palabra como recordándole que estaba destinado a ser castigado esa noche.
—Está bien, entendí. —Rio caminó hacia el sofá con los hombros caídos y se acostó. Giró la cabeza hacia el respaldo del sofá como un niño triste cuyas demandas no fueron cumplidas por su madre.
—Yami, él es tu nuevo señor. No dejes que nadie le haga daño. —Lia le dijo a la chica de cabello rubio.
—¿Quién es él, vuestra alteza? —preguntó Yami con desconcierto. Aunque nadie se atrevía a preguntarle nada a Lia, Yami era especial para ella, ya que crecieron juntas. Ella confiaba mucho en ella y la consideraba como una hermana.
—Él es mío —dijo Lia en voz baja para que Rio no la escuchara, ya que su rostro se puso rojo como un tomate después de decir esa información.
—Probablemente lo trajo como un juguete para ella. No esperaba que tuviera esas aficiones.
Yami pensó para sí, ya que su mente no consideraba la posibilidad de que Rio pudiera ser su esposo.
—Está bien, su alteza. Que pases una bella noche —diciendo eso, Yami dejó su habitación.
—Se está comportando como un niño lindo. Me siento mal por hacer que se acueste sin comer, pero quiero ver cuánto tarda en enojarse conmigo —Lia miró a Rio con una sonrisa tierna que dormía en la esquina con la espalda hacia ella y se dirigió a su cama a dormir.
***
*¡Splash!*
Una sensación fría y húmeda en su cara lo sacudió y lo despertó de su hermoso sueño.
—Ahhh… —Abrió los ojos y se llenó de ira al ver que le derramaban agua en la cara.
—Levántate… ya es tarde… no duermas como un caballo. El Padre te está esperando —una voz traviesa lo recibió y perturbó su sueño.
Al ver su rostro de hada, su ira disminuyó un 80 por ciento, pero aún estaba molesto.
—¿No podías despertarme de una manera más gentil? —Se sentó y preguntó con voz amarga mientras se secaba la cara con las mangas.
—¿Acaso no fui ya gentil? Estaba pensando en tirarte un cubo de agua congelada. Si quieres, seré menos gentil la próxima vez —dijo ella cruzando los brazos mientras sus ojos parecían planificar algo travieso.
—Despiértame como una esposa amorosa —dijo Rio mientras estiraba su cuerpo y bostezaba.
—Ven conmigo, o llegarás tarde a tu primera clase de entrenamiento —dijo ella mientras caminaba hacia la puerta, pensando "Se molestó un poco, pero no me insultó por despertarlo de forma brusca. ¿Realmente es tan amable? Es difícil de creer que los humanos sean tan bondadosos después de ser tratados de esta manera."
Al verla salir, Rio se levantó y la siguió rápidamente mientras se arreglaba la ropa y se acomodaba su cabello mojado.
Fueron al castillo y entraron en una habitación. Había dos sofás colocados uno frente al otro cerca de las ventanas que mostraban la hermosa escena del jardín.
El Emperador ya los estaba esperando mientras una sirvienta ponía las tazas de té en la mesa que estaba en medio de ambos sofás.
—Joven, parece que tu esposa no te dejó dormir anoche —Dylan le dio una sonrisa cómplice a su nuevo yerno.
—Padre… —Lia se avergonzó al escucharlo mientras su rostro se sonrojaba y miraba al Emperador con el ceño fruncido.
—Jajaja… Bueno, ven y siéntate aquí. Comenzaremos tus lecciones con el conocimiento básico primero, ya que no sabes mucho al respecto —la pareja de recién casados se dirigió al sofá y se sentó frente a Dylan.