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El corazón de Helia se había hecho añicos en un millón de pedazos mientras veía a Rio desaparecer en la bandada de cuervos.
Había perdido al chico, la única persona que le había mostrado amabilidad y comprensión en este mundo cruel incluso cuando ella no había sido amable con él. Lágrimas fluían por su rostro, difuminando su visión mientras tropezaba y caía al suelo.
Mientras luchaba por recobrar el aliento, una tenue sonrisa de Rio asomó en su mente, recordándole los buenos momentos que habían compartido juntos aunque tuvieran una base amarga. El recuerdo de su sonrisa solo intensificaba el dolor que sentía en su pecho.
—¡Riooooo! —gritó.