—Está hecho, ahora podemos descansar en una cama fresca y suave —dijo Rio con una sonrisa tenue.
Las chicas lo miraban y no intentaban molestarlo hasta que terminó.
—Yeeeeeeeeeee... Te amo, Rio... Eres el mejor... —la belleza de cabello magenta animó con una sonrisa vivaz y mostró su gratitud.
La Leona también quería agradecerle, pero sus palabras se extinguieron en su garganta.
Nyla y Helia se movieron para acostarse en la cama de hojas suaves, sintiendo la sensación fresca y refrescante rozando su piel. Aunque la Leona dudaba, sabía que el chico también lo había hecho por ella, así que no quería rechazarlo como en los viejos tiempos.
Rio también se tumbó al lado de su esposa mientras se acostaban en la hierba fresca, sintiendo cómo el peso de sus cuerpos cansados se desvanecía. Habían estado viajando durante horas a través del desierto abrasador, y el oasis era un anfitrión acogedor. Pero esta cama hecha por el hombre les ayudó a relajarse a gusto.
