Este era como un momento de dicha para la pareja, ya que nunca habían estado así antes, pues normalmente se encontraban en un parque o un restaurante.
Se quedaron en el abrazo del otro, y escuchar el latido del corazón del otro calmaba su mente. Sentir el aliento caliente rozando su piel les hacía cosquillas en el delicado corazón de la pareja.
Habían olvidado que el resto del mundo incluso existía, ya que se ahogaron en una euforia que hizo que los enamorados se sintieran en el séptimo cielo.
Pasó una hora...
—Rio... Hoy volveré —dijo Layla en voz baja.
—¿Cuándo? —preguntó él con un atisbo de decepción en su voz.
—Después de enseñarte a cocinar —dijo ella con una sonrisa.
—¿Volverás los fines de semana? —preguntó él con un tono expectante, deseando verla pronto.