—Ve y ayúdalos —gritó Guillermo a Sara, mientras se lanzaba hacia los de plata—, déjame estos a mí.
—¡Entendido!
Sara no intentó actuar heroicamente en este punto. Solo el número de monstruos de bronce aquí era suficiente para mantenerla a ella y a otros ocupados.
En cuanto a los de plata, había docenas de ellos. Y ver esto hizo que Guillermo sonriera satisfecho.
—Uno… Dos… Cinco… Diez… —Guillermo se seguía moviendo con calma alrededor de este pequeño campo de batalla, matando a cada monstruo de plata con un único golpe de su espada y cuchillos.
Sus movimientos eran suaves y naturales, sin necesidad de utilizar en absoluto su movimiento de relámpago.
Para cuando terminó de matar a todos estos monstruos de plata, encontró que el equipo aún estaba en medio de matar a los monstruos de grado bronce.
Lo que trajo tal problema a este grupo fue la presencia de tres miembros de grado blanco aquí. Eran débiles y ligeramente vulnerables a los ataques de estos monstruos.