Alex estaba disfrutando de su tranquilo sueño por una vez.
Habían pasado meses desde que había tenido un sueño así, donde su vida no se proyectaba en su subconsciente, y no vivía pesadillas todas las noches ni tenía un sueño sin sueños.
—¡Más panqueques, por favor, Mamá! —exclamó alegremente, con la boca llena.
—Despacio, animal, je, je. Estás devorando la comida tan rápido que podrías atragantarte. Hay suficiente mezcla para todos, así que modérate, ¿quieres? —su madre se rió felizmente.
El padre de Alex se unió, también con la boca llena.
—Pero cariño, ¡tus panqueques están deliciosos! ¡Dame un poco más, también!
La mujer sacudió la cabeza con una risita, pero aun así puso más mezcla en la sartén.
Alex estaba ocupado metiendo más comida en su garganta cuando un susurro resonó en su oído.
—... levanta...
—¿Hmm? —murmuró, girando su cabeza hacia su padre.
Su padre lo miró, sin entender.
—¿Qué? ¿Tengo algo en la cara? —preguntó el hombre.
—No. Pensé que habías dicho algo.
