Huyendo tan rápido como podía, Alex escuchó cómo el relámpago crujía detrás de él, seguido de una fuerte explosión, la cual sintió pasando junto a su hombro. El calor y la presión indicaron que había explotado muy cerca y tragó saliva.
—El relámpago se mueve demasiado rápido para incluso detectarlo antes de que sea demasiado tarde. No puedo permitirme ser golpeado... —pensó.
Una cacofonía de aullidos resonó detrás de él mientras el suelo empezaba a retumbar de nuevo.
Girando su cabeza ligeramente a la izquierda, Alex pudo ver que la manada de lobos feroces le había dado caza, y soltó una risita.
—¡Sí! ¡Ven a por mí, estúpidos perros! —los provocó.
No sabía si podían entenderle, pero supuso que sí, a juzgar por los gruñidos enfadados y los rugidos viciosos que salían de sus fauces.
Se apresuró hacia el valle donde el resto del equipo le esperaba y rápidamente pasó corriendo por la entrada, gritando a todo pulmón.