—No importa. Tenía otra cosa que preguntarte y me olvidé. Así que tuve que alcanzarte —Clark lo miró, confundido.
—¡Claro que importa! ¿No podrías llamarme y decirme que te esperara aquí un minuto? ¿Por qué tu primer pensamiento fue: "¡Oh, hey! ¡Saltemos del balcón de un edificio de cincuenta y dos pisos!"? Eso es una locura! —Clark lo regañó. Mientras lo hacía, Clark también se sentía asombrado por la hazaña.
No era cualquier persona la que podía incluso considerar esto una idea viable. La mayoría de las personas habrían caído a su muerte. Sin embargo, Alex confiaba lo suficiente en su plan como para no dudar. O estaba loco o tenía cojones de titanio.
—Sí, lo sé. No fue la movida más inteligente. Escucha. No quiero retenerte mucho, así que vas a volver adentro conmigo. De lo que quiero hablar no es para una zona pública —Clark sacudió la cabeza ligeramente exasperado. Pero al menos le debía su atención un poco más.
