Mariah no podía creer lo que había escuchado, mirando hacia su hermano mayor, solo para ver a Elias en el suelo, con la nariz sangrando y la boca llena de espuma.
—¿Cómo perdimos? —se preguntaba, sintiendo cómo la ira y la vergüenza crecían en ella.
—Creo que esta fue una gran experiencia para ustedes dos —dijo Ulrick, mirando a su hija.
Pero el rostro de Mariah se puso rojo, y empezó a llorar.
—¿Cómo pudiste dejar que nos tratara así, padre? ¿No tienes amor por tus hijos? —lloró.
Ulrick la miró con una mirada severa.
—Los tres sois mis hijos. Aunque Rodney ya no forme parte de la familia Lorhen, sigue siendo mi hijo. Y luchó limpiamente, con todas las de perder. Respeta el resultado y respeta sus habilidades. Pensé que eras mejor que esto.
La respuesta de su padre la dejó en shock, y cayó sentada, con los ojos muy abiertos.
Fénix se rió.