Su espada se deslizó horizontalmente, apuntando a la sección media expuesta de la mujer. Pero en lugar de esquivar el golpe, Fénix giró el glaive como las aspas de un molino de viento y golpeó la hoja contra sus oponentes, produciendo un sonido ensordecedor.
La sensación de la colisión sorprendió a Ulrick. Esto era fuego, pero se sentía como si su espada hubiera golpeado acero.
—¿Cuán condensadas logró esas llamas? —se preguntó, desconcertado.
Pero no tenía mucho tiempo para reflexionar. El glaive ya estaba en movimiento nuevamente, girando de vertical a horizontal, en un curso de colisión con su cuello.
Ulrick fue lo suficientemente rápido para inclinarse hacia atrás, escapando del arma, pero sintió las llamas lamer su rostro. Incluso la proximidad del arma le restó un poco de su salud.
—¡Bien! ¡Esto es genial! —gritó Ulrick, girando sobre su pie trasero, antes de lanzar una patada al estómago de Fénix.