Después de esperar casi una hora en el castillo principal, esta vez en una sala de espera mucho más grande y lujosa, los guardias vinieron a buscar a Astaroth, Fénix y Rodney. Astaroth se levantó de inmediato, casi saltando, su rostro ya una máscara de impaciencia.
—Ya era hora —murmuró.
Los Caballeros de Maná que los buscaron los observaban con un dejo de agresividad, pero no más que eso.
Salieron de la sala, inmediatamente flanqueados por dos caballeros, seguidos por tres, mientras el que iba al frente lideraba la marcha con un paso decidido. Los pasillos giraban hacia la izquierda y la derecha, a veces largos, otras veces muy cortos, dificultando saber realmente de dónde venían.
Y con lo similar que se veía cada pasillo, ofuscaba aún más su sentido de la dirección.
Sólo Astaroth podía mantener su ingenio todo el tiempo. Y esto era porque mantenía activos sus sentidos del maná y podía ver el diseño de las líneas ley debajo de ellos en todo momento.
