Aunque tanto Fénix como Astaroth iban allí por una función oficial, querían tener ropa que representara su título, pero que también pareciera lista para los negocios.
Ambos tenían la sensación de que si aparecían demasiado pomposos, solo jugaría en su contra. De una forma u otra, podrían volver a equipar su equipo en cualquier momento.
Pero eso solo vendría como último recurso.
Una vez que estuvieron listos, también tenían que pasar por quien quisiera unirse a la fiesta.
Fénix había visto la misión y la cantidad de personas que la aceptaron.
—Olvidaste establecer un límite de personas que pueden unirse. No podemos llevarnos casi ochenta jugadores con nosotros. Temiscus lo verá como una provocación —afirmó mientras se dirigían a la entrada del palacio.
—Lo sé. Pero hay una razón por la que no puse un límite. Lo entenderás cuando lleguemos.