Titania, que pudo sentir un leve cambio en la presencia de Astaroth, de repente retrocedió. Escuchó sus susurros, y sus ojos se abrieron de par en par.
Rápidamente saltó hacia atrás, tratando de poner algo de distancia entre los dos.
—Sabía que reconocía ese anillo —pensó, mientras retrocedía.
Astaroth estalló en llamas negras, mientras un anillo de runas aparecía bajo sus pies, creciendo en tamaño hasta que tenía casi cien metros de ancho. Las runas brillaban en tonos rojo-negros, mientras un portal se abría detrás de Astaroth.
Quizás él estuviera demasiado ocupado ardiendo en llamas demoníacas para notar el portal detrás de él, pero Fénix no lo estaba.
Y desde lejos, sus ojos se abrieron de par en par.
—Ese portal... Es como el de la última etapa de la mazmorra... —Su mente no podía comprender el hecho de que Astaroth estuviera abriendo tal portal. ¿Cuán cerca del poder del infierno había llevado la herencia de Salomón a Astaroth?