Lejos de la Ciudad Bastión, en las tierras de los Elfos de Ceniza, se abrió otro portal. Este conducía al último piso del árbol que se encontraba en el nuevo territorio del Príncipe Nalafein.
De él salió una elegante mujer humana mayor, con cabello negro azabache que solo estaba ensuciado por un único mechón blanco, en su flequillo izquierdo.
Nemus observaba cómo se abría el portal, curiosa de quién sería lo suficientemente poderoso para entrar en su recién oculto dominio, aparte de otro dios.
Cuando la mujer humana salió del portal, el brillo de la habitación la sorprendió. Pero rápidamente vio de dónde provenía.
—¿Una diosa? Me siento honrada de que haya decidido hacer de mi antigua torre su dominio, su gracia. Pero estoy perpleja por qué está tan fuertemente custodiado. Si no hubiese establecido mi círculo de teletransportación hace siglos, dudo que hubiera podido entrar en absoluto —comentó la mujer humana.
Nemus examinó a la mujer de arriba abajo, pero no pudo reconocerla.