En Nuevo Edén, Genie atravesaba los bosques alrededor de Ciudad Bastión, aclimatándose a su nuevo dominio. Astaroth la había dejado sola después de llegar a la ciudad, y ella entendía sus responsabilidades.
Lentamente estaba descubriendo dónde estaban los terrenos de cría de los monstruos y dónde rondaban los jefes de la zona. Estaba trazando el mapa de la zona en su mente cuando escuchó un susurro resonar en su cabeza.
El susurro era tan débil, casi imperceptible, mientras se deslizaba por su mente. Pero reconoció la voz de su maestro.
—Genie, responde a mi llamado. Te necesito…
Centrándose en su firma de maná, intentó encontrar dónde estaba él, para saltar a través de su pacto de sangre, pero no lograba localizarlo. Era como si él no estuviera en el mismo plano de existencia.