Cuando Wendy regresó a la habitación en la que se alojaba con Angy, estaba de muy buen humor. Se había ido apresuradamente sin decir adónde iba. Y al verla así, a Angy le entró curiosidad por saber qué había ido a hacer.
—¿Qué te ha puesto tan contenta? —preguntó Angy con curiosidad.
Fue solo cuando Angy hizo esa pregunta que Wendy se dio cuenta de que había estado sonriendo todo el tiempo. Se sonrojó un momento antes de recuperar la calma. —¿De qué estás hablando? —hizo como que no sabía de qué le estaba hablando Angy.
—Jovencita, no hay nada que puedas ocultarme. Te fuiste con prisas hace un rato. Ahora que vuelves, estás tan contenta como si quisieras competir con la luna con esa cara brillante tuya —Angy dijo mientras miraba a Wendy. Era obvio que no estaba dispuesta a rendirse a menos que Wendy le contara la verdad.
Wendy tomó una respiración profunda y dijo: