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Todos los ojos de los presentes se ensancharon de sorpresa. Miraron la tarta de cumpleaños que había aparecido frente a ellos. No era distinta a una obra maestra.
La tarta de cumpleaños tenía la forma de una dama, vestida con una armadura de batalla, sosteniendo una espada, apuntándola hacia el cielo. Aunque solo era una tarta, los presentes no podían evitar pensar que en realidad era una persona.
De no ser porque los colores de la escultura no eran como los de un humano, sino de crema, habrían pensado que era una persona la que estaba allí de pie.
—¡Esto debería ser en realidad el rey de todas las tartas presentes en el mundo!
—¿Qué quieres decir con un rey? ¡Esto es obviamente una reina! ¿No ves a la dama allí? Solo el espíritu heroico es suficiente para enamorarme —comentó un invitado.
—Piérdete, ¿quieres? ¿Quieres enamorarte cuando la tarta no fue preparada para ti? —espetó otro.
—Jejeje, solo estaba bromeando —contestó el primero con una carcajada.