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—Entonces, ¿exactamente para qué has venido aquí? Y con un equipaje tan poco halagador, para colmo...
—Abadón y Valerie finalmente recibieron sus bebidas de Mabel mientras la habitación volvía a la normalidad. Valerie, la pequeña ruina desconsolada que era, se giró en el regazo de su esposo y sostuvo su vaso con ambas manos mientras daba pequeños sorbos deprimidos.
«Encantadora», pensó Abadón.
Le besó en la mejilla sin necesidad de ninguna provocación física para prenderlo. Esto resultó en que ella soltara una risita similar a como lo había hecho Straga al final de su confesión a Mónica.
—Yesh ignoró la primera pregunta de Abadón y en su lugar sonrió al ver la forma en que éste se comportaba con Valerie.
—Sois una pareja muy linda.
—¡EHÉM! —Las demás esposas señalaron hacia sí mismas y se inclinaron más hacia Abadón.
—Por supuesto, me refiero a todas vosotras —aclaró Yesh.
—Las chicas asintieron con la cabeza satisfechas.