—Zeus daba golpecitos repetidos con su dedo en señal de molestia mientras miraba los varios asientos vacíos en el terreno de reunión de los dioses.
Cincuenta o más deidades no era exactamente mucho, pero era la identidad de algunos de los dioses ausentes lo que representaba el problema.
Algunos eran muy influyentes en sus panteones, como Deméter, Yemoja y Ryujin.
Con estas poderosas figuras faltantes y presumiblemente del lado del enemigo, uno tenía que preguntarse si alguno de sus partidarios y amigos de este lado seguirían sus traicioneros pasos.
—Además de eso... ¿cómo es que los están encontrando y uniéndose a su bando tan rápidamente? —se preguntaba Zeus para sí mismo.
—Padre...
—¿Mm?
Mirando a su lado, el dios del trueno encontró a su hija Atenea sentada con una mirada seria y calculadora.
Miró el muñón vendado donde antes estaba su brazo izquierdo y sintió su corazón apretarse de culpa.
—¿Qué sucede, hija?