Abadón se puso un par de pantalones deportivos negros y holgados que le colgaban sueltamente de la cintura y sacó su teléfono para llamar a su hija mayor.
Mientras sonaba el teléfono, se giró hacia los ocupantes del dormitorio y señaló hacia la puerta con su cola.
—Lo siento, los buscaré más tarde pero por ahora necesito la habitación.
—¿Debería llevar ropa cuando vengas por mí? —preguntó Lusamine coquetamente.
—Lleves o no, no te tocaré.
—¿Por qué nooo?! ¡Tú y tus esposas nunca aceptan mis ofertas!
—¿Porque realmente no somos del tipo que comparte? Y además, es por tu seguridad.
—¿Eh? ¿Qué quieres decir con seguridad?
Abadón suspiró, ya arrepintiéndose de esto.
—Dame tu mano.
Lusamine pareció confundida, pero finalmente extendió su mano para que Abadón la tomara.
Abadón tomó un solo dedo y la tocó en el centro de su palma.
Yesh y Asherah se cubrieron los ojos para preservar su modestia.