Abadón empujó la puerta hacia el exterior y encontró a dos hombres muy musculosos y de aspecto agresivo flotando sobre las aguas del pantano.
Uno era fácilmente reconocible por la oscura armadura griega que llevaba, emparejada con un casco con púas y grandes cuernos que se curvaban hacia afuera desde ambos lados.
El capa rojo sangre que ondeaba detrás de su espalda casi hacía pensar a Abadón en un famoso superhéroe, pero no podía pasar por alto el hecho de que este hombre no era en absoluto un faro de esperanza.
Como el más famoso de los dioses de la guerra en la tierra, era aterradoramente poderoso y la encarnación de toda la discordia que se agitaba en los corazones de los hombres.
Cuando vio que Abadón había salido, se quitó el casco y reveló un rostro muy masculino y guapo acompañado de un largo cabello negro y unos ojos rojos vengativos.
A pesar de que esta era su primera reunión, a Abadón no le resultó muy difícil reconocer a Ares.