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Abadón parpadeó varias veces mientras esperaba que lo que decía su hija tuviera algún sentido para él.
Pero eventualmente, se dio por vencido.
—Suena genial... ¿Qué es? —preguntó.
—...Padre, cárgame...
—¿...? —Abadón accedió y levantó a su hija en sus brazos, solo para recibir una pequeña palmada de su manita de bebé.
—¡Es algo más que GENIAL, viejo! ¡No tienes idea de la absurdez que eres, verdad?! —exclamó ella.
—¿Quién es el viejo? —preguntó él.
—¡Concéntrate! —Gabrielle comenzó a frotarse el puente de su pequeñita nariz, como si estuviera desarrollando una migraña.
—Olvídalo... Mañana por la mañana, se requerirá una nueva lección para ti y para mis madres que acaban de ascender —dijo con resignación.
Casi automáticamente, Abadón y sus esposas se miraron unos a otros con expresiones desoladas.
—B-Bueno, ¿tiene que ser mañana, mi hija? —preguntó Lillian.