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Lillian no estaba muy segura de cómo describir el sabor de la carne de su esposo.
Él había ablandado su piel y músculos para que ella realmente pudiera morderlo, y como resultado, la carne era bastante tierna.
El gusto de la sangre no era algo que ella creyera que disfrutaría, pero la sangre de su esposo no tenía ese desagradable sabor metálico.
No era una vampira como Audrina o Seras, así que no sentía como si acabara de tragar cocaína líquida, pero al menos logró tragarla.
En cuanto el pedazo de carne llegó a su estómago, sintió un calor extraño expandirse por su abdomen, y su cuerpo comenzó a sentirse un poco pesado.
—Me siento un poco rara, querido —dijo medio adormilada.
Antes de que Abadón pudiera extender sus brazos para acogerla, Eris colocó una mano sobre la de él para detenerlo. —Espera, amado, dale un momento .
Lillian se acurrucó en posición fetal y gimió suavemente, su cuerpo sufriendo un cambio.