Abadón no apartó la vista de Satán mientras flotaba en el cielo, pues sentía que en el momento que lo hiciera, el pecado de la ira cerraría la distancia entre ellos.
—Contrario a lo que crees, Abadón, no podrás derrotarme —dijo Satán con calma—. ¿Entiendes por qué?
¡Bang!
En un abrir y cerrar de ojos, Satán apareció directamente frente al dragón y le asestó un fuerte puñetazo en la mandíbula.
Abadón salió disparado y su cuerpo se estrelló contra el mar turbulento a corta distancia.
Satán miró la sangre en su puño y sintió una energía desagradable surgiendo desde su interior.
—Los habitantes del abismo siempre tienen tantos trucos sucios. Y dices que soy yo el despreciable —murmuró mientras se limpiaba la sangre en sus pantalones.
¡BOOOOMMM!
De repente, Abadón emergió del mar, cabalgando una enorme ola roja.
Al mezclar su sangre con el agua de mar, fue capaz de extender su control a límites prácticamente insanos.