Asmodeo parpadeó varias veces sus ojos rojos y negros mientras intentaba convencerse de que no había escuchado la pregunta que su hijo le había hecho.
Al principio pensó que podría haber estado imaginando cosas, pero la mirada inmutable y expectante de Abadón le indicó que eso no era una posibilidad.
—...Estás loco.
—Estoy desesperado —corrigió Abadón.
—Ahora mismo no parece haber mucha diferencia.
—Necesito todas las armas posibles que pueda reunir para asegurar que la unificación de la raza demoníaca se realice sin problemas. Todavía no puedo igualar la fuerza de los otros seis reyes, que nunca tienen que abandonar sus formas demoníacas primigenias y siempre están en un estado aumentado de poder.
Asmodeo asintió ante la lógica de su hijo y trató de no enfadarse demasiado mientras sostenía a Yara.