Cuando el dúo llegó al calabozo, encontraron a un solo hombre esperándolos.
Vestía un traje completamente negro, con cabello negro ondulado y círculos oscuros debajo de sus ojos rojos.
El hombre parecía estar absolutamente agotado, pero con una sola mirada Abadón pudo determinar la verdad de la situación.
—No está realmente aquí.
No tenía aliento de vida, ni mana. Incluso si lo que estaba viendo fuera un fantasma, Abadón debería haber podido detectar algún tipo de aura en él.
El hombre finalmente pareció darse cuenta de que tenía visitantes y se levantó para recibirlos.
Malenia se colocó entre su maestro y el extraño que se acercaba con una mano en su látigo. —Quédate donde estás.
El hombre no se inmutó ante sus amenazas y continuó acercándose, lo que le valió un latigazo de su látigo con cuchillas.
Como era de esperar, el látigo pasó a través del hombre como si fuera hecho de niebla y talló una gran hendidura en el suelo rocoso.
—¿Pero qué diablos...?