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Durante dos horas enteras, Exedra repitió el proceso de despedazar el cuerpo de Gnash pieza por pieza y permitiendo que Lailah lo curase después.
Debido a su abundante resistencia y el enorme manantial de mana de Lailah, podrían continuar así durante unos días si quisieran.
No importaba cuánto gritara, rogara o suplicara, Exedra no cedía y seguía desahogando su ira.
En algún momento, el resto de las esposas se unió para observar el espectáculo y todas miraban con los ojos brillantes.
Si su esposo no estuviera tan distraído habría notado el denso aroma de excitación que desprendía cada una de ellas.
—¡Lleva tanto tiempo así pero no quiero que se detenga! ¡Este espectáculo es tan emocionante! —exclamó Lailah.
—¡Quiero darle su tercer hijo! ¿Quizás otra niña? ¿O incluso un niño? —se ilusionó Lisa.
—¡Esa mirada en sus ojos me está volviendo loca! ¡Voy a necesitar cambiar mis bragas a este paso! —confesó Valerie.