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—Madre, no encontré eso agradable —se quejó Apofis.
—Sí, lo sé, mi dulce niño pasó por mucho —consoló Lailah.
—Ella pidió algo de cada uno de nosotros, no podíamos ser los únicos en negarnos, ¿verdad? —dijo Lailah.
—Sí podríamos —asintió Apofis.
Lailah puso una expresión de desagrado al ver cómo se comportaba su familiar. —Te diré qué, la próxima vez que haya una batalla, te dejaré comer todo lo que quieras —prometió.
—Madre es perdonada —declaró Apofis.
—¡Ese es mi dulce niño! —Lailah rápidamente rascó bajo la barbilla de la serpiente y le dio unos pequeños picos en la capucha.
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Su madre, hermanas, ciudadanos, sirvientes, ninguno de ellos la trató con respeto ni la vieron como algo más que un fracaso.
¿Cómo podía ser que la hija de la reina bruja tuviera tan poco talento para la magia?
¡Seguramente era solo un error!