—Supongo que es mi culpa parecer tan ordinario. Sin embargo, ¿por qué él está siendo tan agresivo? —Vale sacudió su cabeza al alcanzar ese pensamiento.
—Estoy aquí por asuntos urgentes. El cielo se oscureció durante una hora, y creo que alguien en tu templo sabe qué está sucediendo. Necesito hablar con tu Pontífice.
El acólito se encogió de hombros con indiferencia —Las reglas son las reglas. Nadie sube sin pagar la tarifa.
La paciencia de Vale se estaba agotando —¿Y cuál es esa tarifa?
La sonrisa del acólito se amplió —Un secreto. Debes compartir un secreto conmigo, algo que nunca le hayas contado a nadie.
—¿Qué demonios—Es esta la razón por la que esto es la Iglesia del Señor de los Secretos? ¿Tenía que saber sobre sus secretos? —Vale se relajó y se sintió un poco divertido por la situación.
