La primera luz del alba apenas había comenzado a iluminar el horizonte, lanzando un suave resplandor sobre la Torre de la Nube Arcana.
En su cumbre, en la cámara más grandiosa adornada con runas antiguas y mapas, Odessa, la Mago Real, se despertó de su sueño.
Su cabello, una cascada de azul medianoche, se derramaba sobre las almohadas como un cielo estrellado. Su piel, clara como la luna, contrastaba con los tatuajes oscuros y complejos que la marcaban como custodia del Conocimiento Antiguo. Sus ojos, de un tono violeta penetrante, se abrieron de repente, reflejando la luz naciente.
Pero esta mañana era diferente a cualquier otra.
Odessa se levantó, vistiendo su elegante túnica de oficio tejida con hilos de la más fina seda que centelleaba a su alrededor. Miró al espejo y admiró su apariencia actual. Todo esto gracias a la bendición que recibió después de haber aceptado la Bendición Divina de la Diosa de la Fortuna.
