En la pequeña casa adjunta al Taller de Reparación de Autos Mariel en la Ciudad Fortaleza Morgana, Ella hacía todo lo posible por adaptarse al olor de la ciudad, mientras también intentaba aceptar el hecho de que su infancia en realidad había olido horrible.
El único punto brillante en el aroma de este lugar era la cocina de su madre, que casi había quemado de nuevo en la emoción de tener a su hija en casa.
—Te dije, mamá, las reuniones van a tomar algún tiempo. No necesitas entrar en pánico cada vez que salgo de casa —recordó Ella a la corpulenta mujer mayor con una sonrisa indulgente.
—Pero si te hubieras quedado en la Academia, ya habrías venido a visitar —respondió su madre.