—Necesito a todos de pie, tenemos aproximadamente un kilómetro hasta el vehículo almacenado más cercano. Desde allí, tienen un largo viaje por delante, así que pongámonos en marcha —ordenó Wolfe.
Algunas de las brujas resoplaron y volvieron a sentarse, reacias a facilitarle las cosas a Wolfe para llevarlas, aunque ya estaban atadas y con su magia restringida.
Wolfe utilizó un hechizo de [Ráfaga de Viento] para levantar a una y traerla hacia él, forzando a la bruja obstinada a arrodillarse frente a él.
—¿Así que no te apetece caminar? —preguntó Wolfe.
—Jamás en mi vida me inclinaré ante un demonio —gruñó ella.
La magia del aire la mantenía firmemente en su lugar, mientras Wolfe se inclinaba y desabrochaba su cinturón, luego le bajaba los pantalones justo por debajo de su trasero.
—Demonio pervertido, no me romperás así —gritó ella.