—¿Este númerito tentador está diseñado para atraparme? —preguntó John con una risita ligera.
Emma murmuró suavemente, un sentimiento de vergüenza indescriptible la abrumó tanto que no pudo responder a la pregunta de John.
Estaba quemada por una intensa llama desconocida; su cabello, aún oliendo a champú, estaba desordenadamente esparcido en la cama, sus piernas apretadas fuertemente entre sí, como si resistieran alguna fuerza, pero aparentemente deleitándose en la refrescante lluvia después de una prolongada sequía.
Al no obtener una respuesta, John pellizcó su mejilla tierna con fuerza.
—Mmm~~ —soltó ella en un suave gemido.
Emma abrió sus ojos almendrados y miró fijamente a John, sus manos de jade retorcieron con fuerza el brazo de John.
—Eres un grandísimo imbécil, pretendiendo no saber... —le acusó ella.
John sonrió y se acomodó en una posición más confortable, su gran mano cubriendo uno de sus firmes y prominentes senos.