Al escuchar las palabras de la mujer, él asintió en acuerdo. Archer estaba ansioso por vender los cuerpos que había recolectado, sabiendo que le traería más monedas de oro.
—De acuerdo, nos encontramos al atardecer. Vamos, Sera —dijo, incitando a la dragona hada a volar hasta su hombro.
Teuila se despidió de Sera. La sonrisa de Archer se ensanchó al mirar a la adorable niña de cabellos azules. Para su sorpresa, ella respondió con una aún más grande, que lo llenó de alegría.
Un cálido sentimiento floreció en su corazón; saliendo del carruaje, Archer acunó a Sera en sus brazos con delicadeza, y ella se acomodó en la comodidad de su camisa, encontrando consuelo en su sueño.
Negando con la cabeza, miró hacia atrás para ver a Teuila observándolo, y le dio una pequeña sonrisa y un saludo con la mano mientras caminaba por la calle más cercana.