Mohamet dejó de reír cuando vio a Archer mirándolo como si fuera un idiota.
«Este chico es extraño», pensó. «Puede masacrar a personas pero aún así actúa de esta manera».
Sacudiendo la cabeza, Mohamet le dio a Archer la razón de su risa.
—Bueno, fue la manera en que reaccionaste como un conejo asustado. Pero no te quiero hacer daño, Archer. —dijo, acercándose al chico y permitiéndole ver su rostro más claramente.
—Eres el Dragón Blanco de las leyendas que mi esposa me ha contado —exclamó—. Quiero ayudarte. Quiero ser parte de tu historia.
Una sonrisa se extendió por el rostro de Mohamet como si estuviera recordando un grato recuerdo.
Volvió a hablar, su voz llena de calidez y sinceridad.
—Deseo que mi hijo y mi hija vivan una vida libre y feliz, y por alguna razón, tengo la sensación de que tú puedes ayudarme a cumplir ese deseo. —Mirando al hombre sorprendido antes de finalmente hablar—. Está bien, acepto tu oferta.