Sobresaltado por un fuerte graznido, Archer despertó sobresaltado. Al abrir los ojos, se dio cuenta de que estaba acostado en un balcón bajo un cielo oscuro.
Observando su entorno, notó una puerta que daba a un edificio cercano. Al lado opuesto, un mar expansivo se desplegaba, extendiéndose infinitamente hacia el horizonte.
Archer escuchó el rugido distante del mar. Intrigado, se levantó de su asiento, atraído hacia el balcón que daba al vasto océano.
Al salir, el aroma salado del mar lo envolvió y contempló una escena que lo cautivó.
Frente a él yacía un mar agitado, cuyas olas chocaban violentamente contra los acantilados de abajo. El spray espumoso se elevaba, una batalla incansable entre el mar y la tierra.
Sintió el poder crudo del océano, una fuerza indomable que resonaba con el caos interior y que podía arrastrarlo hacia sus profundidades.
Sus ojos se fijaron en las aguas turbulentas de abajo, y un movimiento repentino captó su atención.
